domingo, 1 de julio de 2007

El viajecito (primera parte): escala en Milán

Buenas, ¡ya estoy en Tokyo! Sólo con el viaje creo que ya tengo cosas que contar para varios posts, así que voy a ir organizándolo por partes.

Todo empezó el sábado por la madrugada, a cosa de las 3 de la mañana, cuando nos levantamos todos, ultimamos detalles y salimos todos hacia el aeropuerto una hora más tarde. Allí una curiosa luna llena de tonos rojizos nos esperaba. Aroma a Castlevania... me gusta. Me tomé una última horchata (como tiene que ser) aunque era aguachirri para turistas y embarqué en el vuelo para Milán.

Una vez en el aeropuerto de Malpensa seguí de acuerdo a lo planeado. Fui en busca de la consigna, saqué los horarios del Malpensa Express y un cutre-plano de Milán sacado con capturar pantalla y recortado con el paint que encontré en una web (era de un plug-in de Java), y dejé el portátil, el pasaporte y demás trastos allí. El pasaporte no hacía falta llevarlo encima: Milán es territorio de la UE y con el DNI basta.

Ya mucho menos cargado fui siguiendo las indicaciones para llegar al Malpensa Express, el tren que lleva directamente del aeropuerto al centro de la ciudad en unos 40 minutos. El billete de ida y vuelta para un mismo día eran 14 € si no recuerdo mal. El tren en sí era bastante cómodo, de dos pisos y con uno de los lados más salido hacia fuera en el reposacabezas para que pudieras echarte una cabezadita. Pasa uno cada media hora más o menos (ver horarios) y salen siempre de la vía 1 (binario 1) de la estación de Milano Cadorna.

Llegado a Milán intenté guiarme con mi cutre-mapa hasta la catedral, aunque avisté a uno con pinta de guiri, una mochila a cuestas y una guía en mano, por lo que me limité a seguirle un rato. Poco después pude comprobar que el sujeto en cuestión se orientaba peor de lo que hacía yo con mi cutre-mapa, por lo que acabé yendo por donde me apetecía hasta llegar a la catedral.

La verdad es que el Duomo, la catedral de Milán, es bastante llamativa por su arquitectura gótica muy cargada, quizá demasiado, pero por dentro tampoco me pareció tan impresionante. Algo curioso fue ver la cantidad de gente que hacía cola para confesarse mientras a unos pocos metros paseaban los turistas haciendo fotos. También había un confensionario con un cartelito que indicaba los idiomas en los que te podías comenfesar. Otra cosa que me llamó la atención fue la cantidad de turistas japoneses que habían. Cómo se nota que hay vuelos de Milán a Tokyo. La catedral en sí no estaba mal, pero a decir verdad lo poco que vi de la de Florencia me gustó más.

Puesto que había dejado atrás al guiri con la guía y todavía me sobraban unas 3 horas de tiempo que gastar antes de embarcar decidí simplemente perderme por la ciudad. Cada vez que llegaba a un cruce elegía la calle que primero me viniese en gana sin importarme dónde iba a acabar. Al final, después de pasar por varias iglesias a las que no hice mucho caso y por un teatro donde iba a actuar el pianista Daniel Barenboim, acabé llegando al castillo Sforzesco.

El castillo no estaba mal. Lo que más me impresionó fueron las enredaderas secas de algunas paredes, que las cubrían casi por completo. También recuerdo que habían bastantes gatos. De hecho en lo que antes era el foso, ahora lleno de cesped, habían 4 ó 5 gatos que durante un buen rato no hacieron más que quedarse quietos mirándose entre ellos sin moverse. Parecía que estuvieran jugando al Poker o algo.

Detrás del castillo está el parque Sempione, convenientemente cerca de la estación de Cadorna y perfecto para darse un buen paseo antes de recluirse 12 horas en un asiento. Allí pude comprobar que en Italia las latas de Coca Cola son diferentes: menos anchas pero más altas, aunque contienen la misma cantidad. Y por supuesto, como era un sitio turístico me la cobraron a precio de oro, 2 €. Lo se, es un robo, pero me caía de sueño y en ese momento necesitaba algo de cafeína en el cuerpo. También vi por allí a una pareja de japoneses recién casados (o eso parecía, puesto que iban vestidos de novios) haciéndose fotos y grabándose en vídeo en el parque con varios amigos más.

Allá por la una del mediodía o así a vista de que no había mucho más así relevante que visitar volví a la estación de Cadorna para coger el Malpensa Express. De nuevo, otra cabezadita (quizá de las mejores del viaje). Al llegar al aeropuerto recogí mis bártulos y me fui a la puerta de salidas, con una cola del copón, a ver si me ponían pegas en el control de seguridad. Esta vez no llevaba tijeras enormes ni destornilladores de precisión en la mochila, así que pude pasar sin problemas. No obstante una vez dentro, ¡horror! el vuelo iba con retraso. No es que fuese un gran problema, pero teniendo en cuena que iba a estar 12 horas sentado sin hacer nada simplemente no me apetecía NADA estar una hora más. En fin, como al respecto poco podía hacer me puse a leer un rato la guía sobre Japón en busca de consejos útiles, que los había.

Al fin llega la hora indicada y anuncian la puerta de embarque así que voy para allá. Pero no, la espera no se había acabado. Aún tuve que esperar un rato más delante de la puerta de embarque y, una vez dentro, otro buen rato hasta despegar. Al final el vuelo salió con hora y pico de retraso y yo tratando de evitar gastar la batería del portátil o de la Nintendo DS por si acaso.

Y en cuanto al avión y al resto del viaje... eso es otra historia que pondré en siguiente post.

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